La Pederastía y sus consecuencias

Luchar contra los abusadores sexuales, una responsabilidad común

Se parecen pero al mismo tiempo guardan diferencias que es importante conocer para evitar más daño.

Pederastia es un concepto que remite a personas que abusan sexualmente de niños y niñas.

Pedófilo es un término que se refiere a personas que tienen atracción sexual por niños y niñas. Un pedófilo puede convertirse en un pederasta, convertir su fantasía sexual con menores de edad en una cruel realidad.

En todo caso el pedófilo y el pederasta tienen algo en común: son abusadores sexuales de niños. Ya sea en sus fantasías o en la realidad, dentro del ámbito familiar o fuera de éste, ambos personajes tienen un problema con su personalidad y causan daño a seres inocentes, provocando una serie de consecuencias físicas, psicológicas, sociales, entre otras.

Hay datos muy concretos sobre el tema del abuso sexual sobre niños y niñas, se sabe que es un problema añejo, tanto como la humanidad misma. Sabemos que existe en todas las culturas y en todos los ámbitos sociales.

Un hombre o mujer, adolescentes o adultos, que hayan sido abusados sexualmente de pequeños, arrastrarán el resto de su vida el sentimiento culpabilidad, pensarán que ellos provocaron lo que les pasó, llegarán a creer que “recibieron su merecido” por algún “error propio” y esto formará parte de un trauma que se reflejará en depresiones, disminución de la autoestima e incapacidad para convivir socialmente en términos normales y positivos.

La víctima de un abuso sexual o de muchos abusos sexuales, rechaza el entorno social inmediato, lo que incluye a la propia familia.

“No me defendieron”, “no me cuidaron”, piensa y surge un rechazo, una separación de los seres a los que quiere pero a quienes le resulta muy difícil aceptar, al verlos como “cómplices” de su abusador.

Hay múltiples estudios acerca del tema de la pederastia. La palabra es poco común, o digamos que tiene un significado confuso para el grueso de la población, al menos en la sociedad mexicana y particularmente en la veracruzana.

Por ello vale la pena remarcar un punto: la pederastia es lo mismo que abuso sexual contra niños y niñas, el abuso puede consistir simplemente en el manoseo lascivo o puede ir más allá y convertirse en una violación.

La pederastia se puede dar entre hermanos, entre padres e hijos, entre abuelos y nietos.

El pederasta también puede ser alguien ajeno a la familia pero cercano al entorno social, o puede ser alguien lejano del entorno inmediato de la víctima, a la que puede ubicar por medio de mafias que “venden” cuerpos de seres inocentes o bien puede ser un “cazador” de niños, a los que contacta vía internet, los engaña y termina abusando de ellos.

Un abusador de niños puede llegar a sentir remordimiento por sus actos y buscaría una justificación, con argumentos como: “Sólo lo toqué”, “Nada más lo vi”, “Pagué y eso le ayudará porque es muy pobre”, “Me arrepiento de lo que he hecho y le pido perdón a Dios, pero no puedo evitar la necesidad de volverlo a hacer”.

O el pederasta será un cínico:

Vivirá su doble vida, argumentará que “protege a los suyos” y saldrá a otra ciudad o a otro país a “comprar” sexo con niños.

El pederasta puede ser excelente padre de familia, esposo maravilloso, buen miembro de la Iglesia, un profesionista exitoso y, en fin, puede parecer un ciudadano honorable.

Urge evitar más abusos sexuales.
Es fundamental que los dañados por “Los Demonios del Edén” se enteren que son víctimas, no son culpables.

Que reciban ayuda de los hombres para los asuntos que son de los hombres y que les quede claro que su espíritu es intocable; que no está en venta; que nunca lo ha estado.

Que sepan que su espíritu está protegido por Dios.

Que sepan que son hombres y mujeres libres y que –por encima de la existencia diabólica de los pederastas- vale la pena seguir viviendo.